lunes, 18 de mayo de 2020

DON QUIJOTE DE LA MANCHA: Regreso a casa y promesa de una nueva salida.

Tras su desafortunada estancia en la venta, don Quijote recibe la visita de dos vecinos de su pueblo: son el Cura y el Barbero. Ambos han sido enviados por su sobrina y el ama de llaves, preocupadas por su ausencia. Cuando lo encuentran, traman un plan para hacerlo regresar a casa: fingen un encantamiento a nuestro caballero y aprovechan para encerrarlo en una jaula colocada en un carro tirado por bueyes.



Lee y resume a continuación, el siguiente fragmento donde se narra la llegada a casa y que da final a la Primera Parte del Quijote:

El boyero unció sus bueyes y acomodó a don Quijote sobre un haz de heno, y con su acostumbrada flema siguió el camino que el cura quiso, y a cabo de seis días llegaron a la aldea de don Quijote, adonde entraron en la mitad del día, que acertó a ser domingo, y la gente estaba toda en la plaza, por mitad de la cual atravesó el carro de don Quijote. Acudieron todos a ver lo que en el carro venía, y, cuando conocieron a su compatrioto, quedaron maravillados, y un muchacho acudió corriendo a dar las nuevas a su ama y a su sobrina de que su tío y su señor venía flaco y amarillo, y tendido sobre un montón de heno y sobre un carro de bueyes. Cosa de lástima fue oír los gritos que las dos buenas señoras alzaron, las bofetadas que se dieron, las maldiciones que de nuevo echaron a los malditos libros de caballerías; todo lo cual se renovó cuando vieron entrar a don Quijote por sus puertas.
A las nuevas desta venida de don Quijote, acudió la mujer de Sancho Panza, que ya había sabido que había ido con él sirviéndole de escudero, y, así como vio a Sancho, lo primero que le preguntó fue que si venía bueno el asno. Sancho respondió que venía mejor que su amo.
–Gracias sean dadas a Dios –replicó ella–, que tanto bien me ha hecho; pero contadme agora, amigo: ¿qué bien habéis sacado de vuestras escuderías?, ¿qué saboyana me traes a mí?, ¿qué zapaticos a vuestros hijos?
–No traigo nada deso –dijo Sancho–, mujer mía, aunque traigo otras cosas de más momento y consideración.
–Deso recibo yo mucho gusto –respondió la mujer–; mostradme esas cosas de más consideración y más momento, amigo mío, que las quiero ver, para que se me alegre este corazón, que tan triste y descontento ha estado en todos los siglos de vuestra ausencia.


–En casa os las mostraré, mujer –dijo Panza–, y por agora estad contenta, que, siendo Dios servido de que otra vez salgamos en viaje a buscar aventuras, vos me veréis presto conde o gobernador de una ínsula, y no de las de por ahí, sino la mejor que pueda hallarse.

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