jueves, 30 de mayo de 2019

EDUARDO GALEANO: Verano del 42


Hace años, en Kiev, me contaron por qué los jugadores del Dínamo habían merecido una estatua.
Me contaron una historia de los años de la guerra.
Ucrania ocupada por los nazis. Los alemanes organizan un partido de fútbol. La selección nacional de sus fuerzas armadas contra el Dínamo de Kiev, formado por obreros de la fábrica de paños: los superhombres contra los muertos de hambre.
El estadio está repleto. Las tribunas se encogen, silenciosas, cuando el ejército vencedor mete el primer gol de la tarde; se encienden cuando el Dínamo empata; estallan cuando el primer tiempo termina con los alemanes perdiendo 2 a 1.
El comandante de las tropas de ocupación envía a su asistente a los vestuarios. Los jugadores del Dínamo escuchan la advertencia:
– Nuestro equipo nunca fue vencido en territorios ocupados.
Y la amenaza:
– Si ganan, los fusilamos.
Los jugadores vuelven al campo.
A los pocos minutos, tercer gol del Dínamo. El público sigue el juego de pie y en un solo y largo grito. Cuarto gol y el estadio se viene abajo.
Súbitamente, antes de hora, el juez da por terminado el partido.
Los fusilaron con los equipos puestos, en lo alto de un barranco.

Eduardo Galeano.

Días y noches de amor y guerra (1978)

ALBERT CAMUS: Carta a su maestro

Esta es la carta que Albert Camus escribió a su maestro de primaria cuando acababa de recibir el Premio Nobel de Literatura (ejemplo máximo del agradecimiento).



Querido señor Germain:
He esperado a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Le mando un abrazo de todo corazón.

sábado, 18 de mayo de 2019

JULIO CORTÁZAR: La continuidad de los parques.




CONTINUIDAD DE LOS PARQUES, Julio Cortázar.

Arrellanado en su sillón favorito, (…) se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo. (…) Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. (…) Nada había olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. (….) Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS

  Cierto día a la hora de vísperas alzose gran alboroto por multitud de caballeros que, en el patio del castillo, se entregaban, para divert...