El hijo de una viuda es asesinado y arrojado a un pozo cuando pasa por la judería para ir a la escuela, cantando Alma Redemptoris Mater.
(...) Toda la noche estuvo la viuda esperando el regreso del niño, pero en vano. Tan pronto clareó, salió a buscarlo a la escuela y por todas partes, con el corazón encogido y el rostro lívido de terror, hasta que, al fin, averiguó que la última vez que había sido visto se hallaba en el ghetto. De forma lastimera pidió y rogó a todos y a cada uno de los judíos que vivían en el ghetto que le dijeran si el niño había pasado por allí, pero le respondieron que no. Luego, Jesús en su misericordia quiso inspirar a la madre a que llamase a su hijo en voz alta cuando se hallaba junto al pozo en el que había sido arrojado.
¡Dios Todopoderoso, cuyo elogio cantan las bocas de los inocentes, contempla aquí tu poder magnífico! Con el cuello cortado, esta gema y esmeralda de caridad, este brillante rubí de entre los mártires, empezó a cantar Alma Redemptoris con voz tan fuerte que todo el lugar resonó.
Los cristianos que pasaban por la calle se agolparon maravillados. Con lamentaciones que acongojaban, subieron al niño, que seguía cantando su canción, y le llevaron en solemne procesión a una abadía cercana. El abad, que era un santo varón, empezó a preguntar al niño:
__ Querido niño, te conjuro por la Santísima Trinidad a que me digas: ¿cómo puedes cantar, cuando todos podemos ver que tienes el cuello completamente cercenado?
__ Mi cuello está cortado y, según todas las leyes de la Naturaleza, debería haber muerto hace tiempo, si no fuera porque Jesucristo ha querido que su gloria sea recordada y perdure. Por eso en honor de su Santa Madre, puedo todavía cantar Alma con voz clara y fuerte. Ella me ha colocado una perla sobre mi lengua y me ha dicho: "Mi niño, vendré a buscarte cuando te quiten la perla de la lengua".
Entonces, el abad, cuando el niño suavemente entregó el espíritu, le extrajo con cuidado la lengua y tomó la perla. Entonces se levantaron y sacaron al mártir del féretro y encerraron su tierno cuerpecito en una tumba de mármol claro. ¡Que Dios nos conceda el privilegio de reunirnos con él!
(Traducción de Pedro Guardia Massó)
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