Del Cid no quitan los ojos cuanto están viéndolo.
Era su barba muy larga, y atada con el cordón.
Tal como él se ha presentado, muestra ser un gran varón.
Con vergüenza no lo miran infantes de Carrión.
Y el buen rey Alfonso entonces allí en pie se levantó:
"Oídme, mesnadas mías, ¡así os valga el Creador!
Solo dos Cortes reuní desde que vuestro rey soy.
La una se juntó en Burgos y la otra en Carrión;
esta tercera en Toledo la vine aquí a juntar hoy,
por amor del Cid Ruy Díaz, el que en buen hora nació,
que pide en justo derecho cuantas a los de Carrión:
gran afrenta es que han hecho, según es pública voz (...)
Que comience la demanda nuestro Cid Campeador.
Sabremos lo que responden los infantes de Carrión".
Besó el Cid la mano al rey y de pie allí les habló:
"Esto mucho os agradezco como a rey y como a señor,
pues que juntasteis las Cortes solamente por mi amor.
Oíd lo que les demando a infantes de Carrión.
Porque dejaron a mis hijas no recibí deshonor,
pues vos las casasteis, rey, vos sabréis lo que hacer hoy.
Cuando sacaron mis hijas de Valencia, la mayor,
a los dos bien los quería con el alma y corazón.
Y les di las dos espadas, a Colada y a Tizón,
que bien me las gané, como lo hace un buen varón,
porque con ellas se honrasen, y sirviesen bien a vos.
Cuando mis hijas dejaron, en Corpes, tan a traición,
nada quisieron conmigo, perdieron mi estimación.
Vuélvanme mis dos espadas, que mis yernos ya no son".
Así lo otorgan los jueces: "Pedido fue con razón".
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