Muerte ha extinguido al sol que me ofuscaba
y en tinieblas sus ojos ha dejado1;
olmo es, y roble, el lauro marchitado2,
tierra quien me ardía y me enfriaba:
que es bueno sé, mas mi dolor no acaba.
Falta quien haga tímido y osado
mi pensamiento, y frío y caldeado:
quien de esperanza y duelo me colmaba.
Lejos de aquel que igual hiere que cura 3,
y que en mi pecho abrió tan honda herida,
mi libertad es gozo y amargura,
y vuelvo con el alma agradecida
al que gobierna la celeste altura,
ya muy cansado, y harto de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario